Envejecer es algo duro. En especial
cuando se está en la recta final a los cuarenta. Uno se pone a analizar la vida y darse
cuenta que no ha realizado muchas cosas de las que se han prometido o no se han
hecho los sueños realidad. ¿Habrá tiempo
para ello? ¿O ya es demasiado tarde?
Con esos pensamientos estaba Carol esperando sus treinta nueve años. ¿Quién lo iba a decir que Carol iba a estar
en sus treinta y ocho todavía soltera y sin hijos? Ella no lo planeó así, solo sucedió. Y sentía una gran pesadez, casi llegando a la
depresión de saberse sola a esta edad.
Pero Carol no se dejaba vencer por sus pensamientos negativos así que se juntaba seguido con sus amigos, la pretendían varios
chicos y tenía tanta energía que podía andar de fiesta en fiesta como una
veinteañera. Pero no había encontrado
esa persona con la que tuviera esa química que buscaba, esa persona que la hiciera sentirse completa,
su alma gemela.
Decidió pasar su cumpleaños en Barcelona con su amiga Juliana que vivía en
esa ciudad. Los días previos a su
cumpleaños se la pasaron de compras, yendo a los lugares turísticos, a buenos
restaurantes y bares. Hablaron y
coquetearon con chicos guapos y divertidos.
Visitaron otra ciudad y bebieron hasta más no poder.
El día de su cumpleaños decidieron comer en un restaurante especial. Se decidieron por uno de comida internacional
recomendado por la gente local. Se
compraron las mejores ropas y se maquillaron y arreglaron el pelo hasta quedar
de lo más guapas. Se la pasaron riendo y
hablando de todo un poco. Comieron la
comida más exquisita y bebieron de los cocteles más exóticos. Querían divertirse y pasarla bien ya que Carol
tenía que regresar a su país al día siguiente.
Después del restaurante se dirigieron al bar más popular de la zona. Dentro del bar la mayoría eran veinteañeros pero
a ellas no les importó. Bebían, bailaban
y charlaban con el que quisiera.
Después de una hora de estar ahí, entro un chico atractivo que enseguida posó la
mirada en Carol. Cuando ella lo vio sintió
como una corriente eléctrica le recorría por el cuerpo. El chico era conocido en el lugar, ya que
saludaba a todos incluyendo al encargado del bar. Después de algunas miradas furtivas entre los
dos, el chico se dirigió dónde estaba Carol y se presentó como Esteban.
Esteban era un chico local que trabajaba como Jefe del Departamento Técnico
de una multinacional. Lo increíble era
que tenía la misma edad que Carol pero también se miraba más joven de lo que
era. Se pasaron la noche haciendo lo
que ambos hacían como cosa normal pero
cada quién en su respectiva ciudad: Hablaban con todos, bebían, bailaban, hacían
nuevos amigos. Parecían una pareja que
se conocían hacía mucho tiempo porque había armonía y la atracción era evidente
entre ellos. Tenían a la gente del lugar
encantada y así también estaban el uno por el otro.
Media hora después de haberse conocido no pudieron más y se besaron tan
apasionadamente parecía que no se iban a separar nunca. Mientras más enredaron las lenguas más sabían
que esa noche la iban a terminar en la cama juntos.
Pasaban las horas Carol y Esteban estaban cada vez más y más
románticos. La pobre Juliana estaba
sentada en un rincón aburriéndose de lo lindo.
Se desesperó tanto que le anunció a Carol que se iba y Carol ni siquiera
reparó en su partida.
Se llegó la hora en la que el bar tenía que cerrar. Se dirigieron a otro bar y sucedió la misma
magia que en el primero: la gente encantada con ellos; ellos bailando, bebiendo y hablando con todo
el mundo. Daba gusto verlos juntos,
irradiaban felicidad y juventud, todos querían estar con ellos.
Llego un momento en que no podían más: se deseaban con locura. No podían dejar de acariciarse y
besarse. Se empezaron a meter mano por todos lados. Ella estaba mojada y él la tenía dura. Era
embarazoso pero a la vez se divertían de estarse tocando en público. Decidieron dejar el bar y dirigirse al
apartamento de Esteban.
Al llegar al apartamento sus ropas volaron en un dos por tres por toda la
habitación. Se besaron de pies a cabeza
y se tocaron por todos los rincones.
Estuvieron así por horas, amándose cada milímetro de piel, perdiéndose
en cada suspiro, besando cada rincón.
Mientras más se besaban, acariciaban y sentían, más querían estar
juntos. Estaban en el éxtasi total, en
un plano astral del que no querían regresar nunca. Entre besos y caricias Esteban le dijo a
Carol: “Te parecerá estúpido lo que voy
a decir, a lo mejor pensarás que estoy loco pero quiero decirte que en este
momento siento que te amo”. Ella no lo
podía creer. Estaba reprimiéndose las
ganas de decirle lo mismo. Era
inexplicable pero ese era el sentimiento que a los dos les embargaba. Se dijeron “te amo” varias veces sin censuras
y sin reproches.
Después de varias horas, agotados, se durmieron abrazados y con las manos
entrelazadas. Carol soñó que tenía que apurarse para irse
en un avión. Soñó que corría por la
pista de aterrizaje detrás del avión y el avión se alejaba a toda velocidad de
ella. Se despertó de un sobresalto ya
que entre sueño y realidad recordó que tenía que tomar un avión de verdad. Vio la hora y se dio cuenta que era el
momento justo para levantarse, vestirse, ir a la casa de Juliana a recoger sus
cosas, e ir al aeropuerto a tomar el avión.
Pero estaba tan calientita y a gusto en los brazos de Esteban que volvió
a cerrar los ojos. Esta vez soñó con que
se mudaba a Barcelona para siempre.
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