jueves, 5 de diciembre de 2013

Un cumpleaños feliz





Envejecer es algo duro.  En especial cuando se está en la recta final a los cuarenta.   Uno se pone a analizar la vida y darse cuenta que no ha realizado muchas cosas de las que se han prometido o no se han hecho los sueños realidad.  ¿Habrá tiempo para ello?   ¿O ya es demasiado tarde?

Con esos pensamientos estaba Carol esperando sus treinta nueve años.  ¿Quién lo iba a decir que Carol iba a estar en sus treinta y ocho todavía soltera y sin hijos?  Ella no lo planeó así, solo sucedió.  Y sentía una gran pesadez, casi llegando a la depresión de saberse sola a esta edad.   Pero Carol no se dejaba vencer por sus pensamientos negativos  así que se juntaba  seguido con sus amigos, la pretendían varios chicos y tenía tanta energía que podía andar de fiesta en fiesta como una veinteañera.   Pero no había encontrado esa persona con la que tuviera esa química que buscaba,  esa persona que la hiciera sentirse completa, su alma gemela.

Decidió pasar su cumpleaños en Barcelona con su amiga Juliana que vivía en esa ciudad.  Los días previos a su cumpleaños se la pasaron de compras, yendo a los lugares turísticos, a buenos restaurantes y bares.  Hablaron y coquetearon con chicos guapos y divertidos.  Visitaron otra ciudad y bebieron hasta más no poder.   

El día de su cumpleaños decidieron comer en un restaurante especial.  Se decidieron por uno de comida internacional recomendado por la gente local.  Se compraron las mejores ropas y se maquillaron y arreglaron el pelo hasta quedar de lo más guapas.  Se la pasaron riendo y hablando de todo un poco.  Comieron la comida más exquisita y bebieron de los cocteles más exóticos.  Querían divertirse y pasarla bien ya que Carol tenía que regresar a su país al día siguiente.

Después del restaurante se dirigieron al bar más popular de la zona.  Dentro del bar la mayoría eran veinteañeros pero a ellas no les importó.  Bebían, bailaban y charlaban con el que quisiera.  

Después de una hora de estar ahí, entro  un chico atractivo que enseguida posó la mirada en Carol.  Cuando ella lo vio sintió como una corriente eléctrica le recorría por el cuerpo.   El chico era conocido en el lugar, ya que saludaba a todos incluyendo al encargado del bar.  Después de algunas miradas furtivas entre los dos, el chico se dirigió dónde estaba Carol y se presentó como Esteban. 

Esteban era un chico local que trabajaba como Jefe del Departamento Técnico de una multinacional.  Lo increíble era que tenía la misma edad que Carol pero también se miraba más joven de lo que era.  Se pasaron la noche haciendo lo que  ambos hacían como cosa normal pero cada quién en su respectiva ciudad: Hablaban con todos, bebían, bailaban, hacían nuevos amigos.   Parecían una pareja que se conocían hacía mucho tiempo porque había armonía y la atracción era evidente entre ellos.  Tenían a la gente del lugar encantada y así también estaban el uno por el otro.

Media hora después de haberse conocido no pudieron más y se besaron tan apasionadamente parecía que no se iban a separar nunca.  Mientras más enredaron las lenguas más sabían que esa noche la iban a terminar en la cama juntos. 

Pasaban las horas Carol y Esteban estaban cada vez más y más románticos.  La pobre Juliana estaba sentada en un rincón aburriéndose de lo lindo.  Se desesperó tanto que le anunció a Carol que se iba y Carol ni siquiera reparó en su partida.

Se llegó la hora en la que el bar tenía que cerrar.  Se dirigieron a otro bar y sucedió la misma magia que en el primero: la gente encantada con ellos;  ellos bailando, bebiendo y hablando con todo el mundo.  Daba gusto verlos juntos, irradiaban felicidad y juventud, todos querían estar con ellos.

Llego un momento en que no podían más: se deseaban con  locura. No podían dejar de acariciarse y besarse. Se empezaron a meter mano por todos lados.  Ella estaba mojada y él la tenía dura. Era embarazoso pero a la vez se divertían de estarse tocando en público.  Decidieron dejar el bar y dirigirse al apartamento de Esteban.   

Al llegar al apartamento sus ropas volaron en un dos por tres por toda la habitación.  Se besaron de pies a cabeza y se tocaron por todos los rincones.   Estuvieron así por horas, amándose cada milímetro de piel, perdiéndose en cada suspiro, besando cada rincón. 

Mientras más se besaban, acariciaban y sentían, más querían estar juntos.  Estaban en el éxtasi total, en un plano astral del que no querían regresar nunca.   Entre besos y caricias Esteban le dijo a Carol:  “Te parecerá estúpido lo que voy a decir, a lo mejor pensarás que estoy loco pero quiero decirte que en este momento siento que te amo”.  Ella no lo podía creer.  Estaba reprimiéndose las ganas de decirle lo mismo.  Era inexplicable pero ese era el sentimiento que a los dos les embargaba.  Se dijeron “te amo” varias veces sin censuras y sin reproches.

Después de varias horas, agotados, se durmieron abrazados y con las manos entrelazadas.    Carol soñó que tenía que apurarse para irse en un avión.   Soñó que corría por la pista de aterrizaje detrás del avión y el avión se alejaba a toda velocidad de ella.  Se despertó de un sobresalto ya que entre sueño y realidad recordó que tenía que tomar un avión de verdad.  Vio la hora y se dio cuenta que era el momento justo para levantarse, vestirse, ir a la casa de Juliana a recoger sus cosas, e ir al aeropuerto a tomar el avión.  Pero estaba tan calientita y a gusto en los brazos de Esteban que volvió a cerrar los ojos.  Esta vez soñó con que se mudaba a Barcelona para siempre. 

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