lunes, 4 de junio de 2012

La Amante




Hace poco estaba hablando con un amigo que me contaba que era casado pero que no podía ser fiel.  Ha tenido a lo largo de su matrimonio varias amantes y con una de ellas hasta llegó a engendrar un hijo.  Mi amigo me hizo la siguiente pregunta:  “Si yo pongo las cosas en claro desde un principio de que soy casado y que nunca voy a dejar a mi mujer,  ¿por qué hay mujeres que a pesar de que uno les pone las reglas de juego se enamoran y exigen más? “

Eso me hizo recordar cuando yo tenía 21 o 22 años y me enamoré de un hombre casado, 20 años mayor que yo.  El era un hombre poderoso bien metido en la política.  Por lo mismo,  siempre que lo veía era en eventos del hotel en donde yo trabajaba.   Era casi imposible hablar con él aunque yo notaba que de vez en cuando me daba una mirada o se sonreía conmigo.

Mi oportunidad se presentó una vez que yo estaba en una discoteca y él llegó.  Yo intentaba no verlo pero estaba muy nerviosa de saber que él estaba ahí.  Me saludó y me sacó a bailar.  Estuvimos hablando mucho y a la hora de irme, me ofreció llevarme en su carro al mío, porque lo había dejado un poco lejos.  

Ya en el carro no podía más con mi alma.  ¡Ese hombre al que tanto admiraba y adoraba estaba a escasos centímetros de mi!.   Yo no hablaba porque sabía que los nervios me traicionarían si lo hacía.  Cuando llegamos a mi carro, él apagó el motor del suyo y me dijo: ¿Sabes que me gustas mucho?  Cuando escuché eso no lo podía creer.   Lo negué con la cabeza y me tomó de la mano y la besó.   Y luego me dijo: “Me encantaría que fueras mi amante.  Eso si, nunca esperes a que deje a mi mujer.  Si puedes tener algo conmigo con esa condición, de verdad me gustaría hacerte mía”.  

Casi me desmayo de la alegría de escuchar esas palabras.  Por la inexperiencia y las ganas de estar con él acepté el trato.  El primer beso fue fenomenal.  Era un hombre apasionado pero a la vez muy romántico.  A partir de entonces nos encontrábamos a escondidas en hoteles o lugares clandestinos para amarnos.  Haciamos las reservaciones con nombres ficticios y las pagábamos siempre en efectivo.   Nos haciamos el amor con intensidad y yo estaba aún más enamorada de él.  Pero poco a poco esos encuentros furtivos empezaron a cansarme.  Soñaba con estar toda una noche con él o todo un fin de semana con él y era imposible.   A veces al marcharse me dejaba dinero para que fuera al bar del hotel o me comprara ropa y me sentía como una prostituta a la que le pagaban sus servicios.

Me empecé a obsesionar con él y a intentar llamarlo a su trabajo o celular a horas prohíbidas.    Cuando estábamos juntos empecé a reclamarle de que quería aunque sea una vez estar en público con él, ir a un restaurante o ir a bailar como la noche en que nos hicimos amantes.  Tener la libertad de besarlo  si quería.  Por su posición en la política y su matrimonio, eso era imposible.    Hasta que un día me invitó a almorzar pero me prohibió que me le acercara.  Parecía que estábamos en un almuerzo de negocios aunque por debajo de la mesa nuestros pies se entrelazaran y nos dijeramos cosas obscenas cuando parecía que charlábamos del clima.  Hicimos varios almuerzos así y hasta teníamos un  lugar predilecto para hacerlos.
Pero poco a poco caí en cuenta que esos encuentros en hoteles y  almuerzos de negocios me dejaban vacía.   Al él marcharse me hacía sentir tan profundamente sola.   Empecé a maldecir el día en que había ido a esa discoteca y coincidido con él.

Al mismo tiempo empecé a tener problemas en mi trabajo y problemas de salud.   Esos factores sumados a la soledad infinita que se siente al ser la amante de un hombre casado hicieron que un día explotara y decidiera dejarlo todo e irme de mochilera a Argentina.  

Vendí mi carro, mis cosas, etc. y me fui.  Fue un viaje lleno de aventura pero sobre todo me ayudó a darme cuenta que lo de ser la amante que no espera nada a cambio ya no me iba a mí.  Yo quería tener una relación con alguien que me hiciera feliz y al mismo tiempo hacerlo feliz a él.

Al regresar a mi país evité verlo a toda costa.   Aunque él me buscó y me llamó yo no lo volví a ver hasta mucho tiempo después y solo por amistad.   Todavía hablamos de vez en cuando.  Y todavía sigue casado.

He de decir que también experimenté  el otro lado de la moneda y no mucho tiempo después de esta experiencia.  Encontré al novio que tanto estaba buscando pero resultó que después de un año de estar saliendo juntos empecé a sospechar que él tenía a una amante.   

Las mujeres tenemos un sexto sentido para esas cosas.  Algunas de nosotras preferimos engañarnos a nosotras mismas porque queremos demasiado a esa persona o por miedo a quedar solas (sobre todo si hay hijos de por medio) pero en realidad todas las mujeres sabemos cuando nos están engañando.  Eso lo aseguro al cien por ciento.  

Yo me lo sospechaba pero no sabía como comprobarlo.  El era muy cuidadoso al respecto.  Hasta que un día en que él se había llevado mi carro supuestamente para trabajar, un amigo mío lo vió con la amante y me fue a traer a la casa para que lo comprobara por mi misma.    Al momento de ver a tu pareja con otra persona se siente como que te pusiera todo un iceberg encima.  No sabes qué sentir, qué pensar, qué decir o cómo reaccionar.   Algunas personas se ponen agresivas, otras se quedan como estatuas de sal.  Yo llegué, vi a la tipa de pies a cabeza (porque era gorda, fea y sin gracia) y le dije a él:  “ ¿Pensé que me engañaba con alguien mejor que yo, pero ésta?” y recuperé las llaves de mi carro, que era lo que más me interesaba en ese momento. 

Yo pienso que la responsabilidad empieza por la persona casada.  Ellos son los que han prometido ser fieles ante Dios en un altar.   También responsabilizo a los amantes.  Sabiendo como están las cosas aceptan por deseo aunque algunas veces es por otros motivos.

Como dije anteriormente, yo acepté ser la amante por amor e inexperiencia.    El me doblaba la edad y sabía mucho mejor que yo lo que estaba haciendo.

Contestando la pregunta a mi amigo, las mujeres somos por naturaleza románticas.  A nosotras nos cuesta hacer el amor solo para satisfacer las necesidades físicas como lo suelen hacer los hombres.  Son muy pocas las mujeres que logran un equilibrio entre tener sexo por placer o estar con alguien por amor.  Al momento que se da la oportunidad de estar con un hombre casado, ya sea por deseo, por instinto o porque nos gusta mucho la persona aceptamos las condiciones que se nos han dado en calidad de amantes.  Pero conforme el tiempo pasa, no logramos evitar el que un sentimiento hacia esa persona con la que nos acostamos nazca y crezca.  No nos conformamos con las migajas, queremos tener todo el pastel.  Asi que por eso es que se dan los problemas que se te dan, mi querido amigo.

En fin, si quieres pasarla bien, es mejor tener una noche de pasión y decir adiós.  Pero si quieres seguir viendo a esa persona, tenlo por seguro que tarde o temprano esa persona te exigirá más.   

Aunque yo no estoy de acuerdo con seguir engañando a la mujer.  Sea cuales sean los motivos por los que se engaña a una mujer ¿Que se gana con seguirla engañando una y otra y otra vez?  ¿No es mejor cortar por lo sano?  ¿Y que pasó con los sentimientos de ella?  Es como comer pero no dejar que ella coma.   Eso es un poco egoísta.

En fin, no soy quien para juzgar.  Y para las amantes que me lean les digo que se merecen ser las señoras aunque si vamos a ser las señoras engañadas ¿Qué sera mejor?

6 comentarios:

  1. A mi amiguita del alma, excelente articulo. Me ha de servir mucho, creo que las respuesta que das en tú articulo es la guia que debería manejar un hombre casado o una mujer casada. El tiempo ha de enseñarnos a los hombres que el deseo y el amor no son la misma cosa, que por deseo puedes perder tanto en cambio por amor (pero amor del verdadero) puedes construir un futuro sano a lado de tú pareja. Leeido y Entendido amiguita del alma, eres genial.

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  2. Me ha encantado Kutz, creo que tener un amante por mucho tiempo hace que acabes desarrollando sentimientos. Hay que diferenciar y poner limites.
    Saludos,
    tu amiga inglesa

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  3. ¡que facil seria resolver los asuntos del corazon, si fueran de la mano de la razón!. Pero en fin, dandote la razón absolutamente en tu disquisición, pienso que es dificil escapar de las redes del capricho y el amor cuando este se presenta, sean cual sean sus circunstancias.

    Creo sinceramente que si aplicaramos el raciocinio sobre lo que nos conviene, quizas nos hubieramos extinguido como especie.

    Buen articulo, a pesar de mi matiz.

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    1. Que profundo tu comentario. Me encantó. Muchas gracias.

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  4. Un artículo muy interesante Silvia. Creo que es perfectamente razonable pedir más, aunque nunca he vivido en calidad de amante me imagino que es fácil enamorarse y pedir, por supuesto más. Para quien engaña, quien ya tiene su pareja, puede ser más fácil quedarse con sólo el sexo...

    Un abrazo,

    Sonia.

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